Nueva Era

No sabíamos cómo ni cuándo iba a llegar, pero estaba cantado que tenía que pasar. Ese punto de inflexión que hace tambalearse a nuestro egoísta, caprichoso, autocomplaciente y caduco estilo de vida ha llegado para abofetearnos la cara y decirnos, mírandonos a los ojos, que seguramente, ya nada será igual. Porque las serias advertencias a nuestro estado del bienestar eran (y siguen siendo) múltiples, desde la permanente amenaza terrorista global, el recién nacido 'Cambio Climático', la llegada de ese meteorito que arrase con todo, el imperecedero temor a una guerra termonuclear hasta una quimérica invasión alienígena o una pandemia mundial zombie.. De todas las amenazas reales, seguramente, con la que menos contábamos era con una contagiosa infección global de rápido efecto. Un enemigo invisible de impredecibles consecuencias que viene a confirmar, una vez más, que la realidad siempre supera la ficción.



Y es que hace tan sólo unos días ni nos imaginábamos la realidad que nos está tocando vivir. Yo mismo, como casi todos, me lo tomé a guasa (y es que los precedentes de gripe aviar, peste porcina o ébola no resultaron ser todo lo letales que a más de uno le hubiera gustado) hasta que nos tocaron lo más preciado del pueblo, el divertimento de la plebe, el fútbol, lo más importante de las cosas menos importantes. El balón dejó de rodar y ahí muchos nos dimos cuenta que la cosa se pondría fea como finalmente se ha puesto. Si paran el fútbol es que estamos jodidos de verdad. En horas se ha ido parando todo hasta dejar un país vacío sólo con sus hogares, hospitales y supermercados llenos. La histeria e ignorancia de muchos, saltándose todas las advertencias, por suerte no se han impuesto a la cordura, sentido común y sensibilidad de la mayoría.

Se vienen semanas muy difíciles, por la enfermedad pero también por sus desconocidas secuelas. Y no hay mayor temor para el ser humano que enfrentarse a lo desconocido. Hay que ser consecuente con el momento que nos toca vivir, paciente con la situación y optimista con todo lo que pueda pasar. Porque si de verdad a esta enfermedad se le gana quedándonos en casa para frenar el contagio masivo, nunca lo tuvimos tan fácil. No tuvieron elección nuestros antepasados cuando lo dejaron todo para luchar contra quién fuera y construir el mundo que conocemos y que no queremos que se termine. Con los nuestros, con la cálidez del hogar, con todas las comodidades, ahora es el momento de conciliar con los de casa todo lo que no podemos hacerlo habitualmente, de empezar o acabar todas aquellas series pendientes y de ordenar aquél armario que desde hace semanas se nos resiste. Seguramente tendremos tiempo de hacer todo eso y más. Pero también de agobiarnos, de querer tirarnos por el balcón o de arrancarnos el pelo a tirones aunque ni tengamos. Porque somos un país de tocarnos, de quedar, de abrazarnos, de reírnos, del 'sarao', de la fiesta y del vermut. Y lo seguiremos siendo, aunque momentáneamente tengamos que prescindir de nuestros principios.
Yo me quedo en casa para poder salir cuando todo acabe. Salud!

Comentarios

Publicar un comentario