El dinero no da la felicidad

Esta es una máxima que hay gente que no acaba de entender. Por supuesto que el dinero da alegría, otorga tranquilidad y ayuda a ser feliz pero solo si también dispones de los otros dos pilares de la felicidad: salud y amor. Se puede comprar todo menos esas dos cosas básicas para ser feliz. Cuánto multimillonario desgraciado hay por el mundo por solo disponer de dinero..

Si esta idea simple de filosofillo de Facebook la trasladamos al fútbol, nos encontramos con un ejemplo perfecto: el París Saint-Germain. Todo el dinero del mundo al servicio de un club sin identidad (amor) ni estructura (salud). Sin identidad no atraes a nadie, eres artificial. Sin estructura nada funciona y es el caos. Todo lo demás se puede comprar pero sin estos dos elementos fundamentales en un club de fútbol, el dinero no sirve de nada.

Ya desde su propia fundación a principios de la década de los 70 del siglo pasado, el PSG ha sido considerado como un club sintético sin mucha alma más allá de la siempre interesada inversión foránea. Se creó a partir de la unión del París Football Club y del Stade Saint-Germain, representando así a la gran ciudad de París, huérfana de un gran equipo de fútbol que la simbolizara. Debido a la enorme población de una de las mayores capitales del mundo deseosa de seguir a un equipo en su ciudad, el nuevo club creció a un ritmo trepidante y en la década de los 80 se asentó en la élite del fútbol francés conquistando sus primeros títulos. Entonces el club recibió su primera gran inversión cuando fue adquirido por Canal + -el gran grupo mediático francés- que lo inundó de francos. Fue cuando el equipo parisino vivió su primera gran época dorada. Formó un equipazo -Lama, Ginola, Raí, Djorkaeff, Weah, etc- y se hizo un nombre en la selecta aristocracia europea. Durante tres temporadas consecutivas fue capaz de echar de Europa al Real Madrid y al Barça y en 1996 conquistó su único título europeo hasta la fecha: la Recopa de Europa. Al año siguiente repitió final de la misma competición pero perdió ante el Barça de Ronaldo. Fue su cénit. A partir de entonces, el equipo fue perdiendo sus figuras progresivamente, la inversión no era la misma que a principios de la década y los resultados fueron fiel reflejo. Siguieron años duros en los que incluso coqueteó demasiado con el descenso. Hasta que a principios de esta década el París Saint-Germain vio la luz. Casi que le compran el Sol y lo ponen de foco en el Parque de los Príncipes. Por dinero no sería.

Los magnates, jeques y milmillonarios de toda índole habían visto en el fútbol un filón donde expandir sus negocios o simplemente jugar a los cromos en carne y hueso. Los nuevos ricos habían llegado para quedarse en una Europa atónita a la vez que recelosa ante semejante exuberancia. Chelsea, Zenit, Manchester City, Mónaco, Leipzig, hasta el Málaga -durante corto pero irrepetible período- recibieron inyecciones astronómicas de dinero para cambiar la historia. Algunos lo consiguieron, otros se cansaron, casi ninguno tuvo paciencia y muy pocos se lo tomaron en serio o como modelo a medio-largo plazo.


El PSG fue adquirido en 2011 por un grupo de inversiones financiado por el Estado de Qatar. Es junto al Manchester City -por Emiratos Árabes-, los únicos equipos propiedades de países y no de fortunas personales o comerciales. La vieja Europa aún se rasca la cabeza y le da vueltas a la manera legal de ponerle freno a esta distorsión de la competición. Mientras le dejan, el jeque ya se ha gastado mas de mil millones en su PSG para alterar el orden futbolístico europeo. Ha fichado a todo lo fichable que se ha avenido a jugar en la menor Ligue 1. El PSG es un creciente tiburón hambriento y Francia es su piscina. Se le queda pequeña. Por eso cuando sale a la mar Europa es espantado y devorado sin piedad por los viejos depredadores que no van a ceder su trono así como así.

Por eso el París Saint-Germain decidió cambiar las reglas del juego el pasado verano y echar el resto. Tuvo la osadía de arrebatarle uno de los mejores futbolistas del planeta a uno de los mejores equipos del mundo -con la inestimable aprobación del jugador, por supuesto- a un precio récord, inimaginable hace bien poco. Ese acto de virilidad, de chulería, de poderío marcaba un camino de no retorno. Ya nada sería igual para el fútbol europeo. Y por si no tuviera suficiente con pagar el fichaje mas caro de la historia, el jeque sacó su ilimitada chequera y también hizo el segundo fichaje mas caro del mundo. Europa temblaba. El PSG se había convertido en Godzilla, Francia ya no era ni su bidé y al resto aspiraba destrozarlos de un coletazo. La amenaza era real. Pero el monstruo tiene los pies de barro y la cabeza hueca. Sin cimientos, sin ideas no hay dinero que valga.

La identidad se forja. Un estilo se crea. El respeto se gana. La historia se hace. El alma se tiene o no se tiene. Como el dinero. Y no siempre da la felicidad. Demostrado queda.



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