Recordando Mundiales: Corea-Japón 2002

El primer Campeonato Mundial de fútbol de este siglo fue muy distinto a todos los disputados anteriormente. Era la primera vez que el mayor espectáculo del deporte se celebraba en Extremo Oriente y también significó la primera y, de momento, única vez que dos países albergaban el mismo torneo.
Aquí nos tocó vivirlo durante las primeras horas del día en un atípico mes de Junio del ya lejano 2002. Si había suerte, el partido que nos interesaba se disputaba a la hora de comer. Sino, pues a hacer malabarismos con los horarios para poder verlo. Hubo de todo. Desde partidos con lagañas y vaso de leche con galletas hasta partidos en pleno vermú del bar de enfrente de la playa, pasando por oportunos y eventuales mareos que me impedían asistir íntegro a clase en el insti y que -oh! casualidad- solían coincidir con algún partido de la Selección. El destino, supongo. Pero para destino el que le tocó, imprevisiblemente, a muchos de los países que acudieron a la gran cita. Hubo, como siempre, sorpresas y fracasos. Sonrisas y lágrimas que no tardaron en aparecer ya que el partido inaugural fue un fiel reflejo de lo que sería todo el torneo. La campeona europea, mundial y máxima favorita cayó estrepitosamente el día del estreno. Una desvergonzada debutante Senegal venció por la mínima a la Francia de las estrellas. Por aquel entonces, aún se pensaba que el pujante fútbol africano no tardaría en dar el salto que le faltaba para ponerse a la altura de los grandes. Ese salto todavía hoy queda pendiente.

 Las sorpresas fueron gordas y madrugadoras. Francia no se repuso a la desgracia de su primer partido y se marchó del Mundial de la manera mas lamentable sin poder lograr un solo gol. Argentina le acompañó como precoz ilustre eliminada. Portugal tuvo la desgracia de toparse demasiado pronto con la "todopoderosa" co-anfitriona Corea del Sur. A las primeras de cambio, tres de las favoritas hicieron las maletas sin haber gastado todas las mudas previstas. Eso nos ilusionó mucho mas en España que veíamos como el panorama se despejaba de una manera insospechada. Camacho formó una buena Selección con sabia mezcla de necesaria veteranía -Hierro, Nadal, Luis Enrique-, desbordante juventud -Casillas, Puyol, Xavi, Joaquín- y un estandarte en la cumbre de su carrera para tirar del carro -Raúl-. Como siempre ante una gran cita, todos nos veíamos favoritos sin bajarnos del avión. Pero esta vez sí, la Selección empezó con confianza y logró un pleno de victorias en la primera fase por vez primera en una gran competición. Entre las buenas sensaciones causadas por los hombres de Camacho -cuya estampa protestando durante los partidos con los brazos al viento para airear sus empapadas axilas debido a la asfixiante humedad que hizo durante todo el tiempo, forman ya parte del imaginario colectivo español- y la inesperada pronta eliminación de algunas grandes, el hype en España subió hasta la estratosfera. Una ocasión única. El Mundial no tenía favoritos claros y la Selección tenía mimbres y razones suficientes como para intentarlo. Era el momento.

Aunque por ahí andaban las de siempre, ninguna en su mejor versión. Brasil había llegado a Asia por la puerta de atrás después de una clasificación horrorosa y con sus cracks en baja forma. Alemania vivía un período de entre-guerras con un equipo menor cuya estrella era su portero, el inmenso Oliver Kahn. Italia en su línea, sin destacar, sin brillar pero puntual a la cita y siempre temida. Nadie contaba, esta vez, que la condición de local fuera a ser determinante como otras veces, por el nivel de las anfitrionas. Craso error. Japón, en su segunda experiencia mundialista, cumplió de sobras. Pasó la fase de grupos holgadamente y en octavos cayó por la mínima ante la gran revelación del torneo, Turquía. Pero la gran sorpresa fue Corea del Sur. Eliminó sucesivamente a Portugal -en el grupo-, Italia -en octavos- y España -en cuartos de final-. Increíble. Pero había trampa. Lo de Portugal se vio como el típico favor arbitral que siempre le cae al anfitrión. Lo de Italia fue insólito porque la azzurra bebió de su propia medicina. Y lo de España ya fue tan descarado que acabó en escándalo planetario. La inofensiva Corea del Sur se había plantado en semifinales del Mundial por unos indisimulados fallos arbitrales a su favor. La FIFA calló. Pero todo el mundo lo había visto. Y sufrido. Impotencia. Otra vez. Los malditos cuartos de final. Como ocho años antes en Estados Unidos. Pero esta vez fue peor. Dos goles legales anulados y varios fueras de juego que no eran ni en Seúl ni en Murcia. Y lo peor fue la sensación de la oportunidad histórica perdida sin ni siquiera soñar qué nos depararía el futuro no mucho tiempo después. Pero esa es otra historia.


El Mundial siguió. Y para entonces, Brasil se había revalorizado a base de los goles del renacido Ronaldo. Nadie daba un duro por volver a ver al fenómeno a ese nivel tras las dos graves lesiones de rodilla. Pero volvió. En el mejor escenario. El destino le debía una y Ronaldo se la fue cobrando durante todo el campeonato. A pesar de ese peinado inclasificable y horrendo que nadie nunca mas a querido copiar -por algo será-. El astro gozó de los últimos servicios de Rivaldo y de los trucos del joven ilusionista Ronaldinho. Atrás, Brasil echó el cerrojo pero liberó las alas con los dos mejores laterales de la historia: Cafú y Roberto Carlos. Casi nada. Donde antes había alegría, ahora mandaba el pragmatismo. Les fue bien. Y mas cuando vio que las otras favoritas iban cayendo una tras otra antes de tiempo. El penúltimo escollo era la pasional Turquía que con su juego enérgico y entusiasta complicó la vida a la canarinha. Pero nada que Ronaldo con su gol al final no pudiera solucionar. Brasil estaba en otra final del Mundial, la tercera consecutiva, dispuesta a desquitarse del fiasco de cuatro años antes.
Su rival sería otra de las grandes, Alemania. Ninguna de las finalistas, a pesar de su grandeza e historia, entraba en la terna de grandes favoritas. El equipo teutón se presentó con muchísimas dudas y con un equipo a años luz de la poderosa selección alemana de la década anterior. Pero esta Alemania dominaba las áreas. Y eso, con el nivel exigido en este Mundial, fue suficiente para ir pasando rondas. Sin ningún brillo, claro. Pero con la probada eficacia alemana. Kahn en su puerta fue un titán al que solo le metieron un gol antes de la final. Y Ballack un gigante que dominaba todas las facetas del juego y estaba en todas partes. Menos en la final. Una estúpida regla de acumulación de tarjetas le privó de estar en el partido mas importante de su vida. Sin ir mas lejos, Ballack fue quién metió a su equipo en la final tras decidir frente a Estados Unidos en cuartos (1-0) y Corea en semifinales (1-0) con sendos goles.

Brasil-Alemania. Partido inédito en la historia del Campeonato del Mundo. Dos de las mas grandes selecciones frente a frente por primera vez y en una final. Los germanos, sin poder contar con su estrella en el campo, aguantaron bien a Brasil hasta bien entrada la segunda parte cuando tras un zapatazo de Rivaldo, Kahn falló en el peor momento de todo el torneo por primera vez. No atajó el disparo y el balón cayó en Ronaldo que no perdonó. Doce minutos después el renacido fenómeno sentenció la final y confirmó así su redención. La historia de revancha de Ronaldo tenía final feliz con su regreso a lo mas alto y el pentacampeonato para Brasil. Pocas historias de superación hay mas emocionantes que la suya.

Este fue un Campeonato del Mundo atípico. Cero bonito y nada brillante. Sin casi ningún gran partido que recordar y con la alargada sombra de mamoneo en la FIFA. Pero el fútbol recuperó su sonrisa gracias al retorno de unos de los mas grandes. Fue su Mundial.

Comentarios

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