Recordando Mundiales: Alemania 2006

Alemania organizó otra Copa del Mundo con la intención de volver a ganar en casa como en aquella ocasión de 1974. Pero el fútbol alemán estaba inmerso en un cambio drástico en su manera de ver este deporte. Sintieron la necesidad de cambiar su rudimentaria filosofía de fuerza y potencia que tan buenos resultados les había dado siempre. Y eso que llegaron a la final del Mundial 2002. Pero el estilo ya era caduco. He ahí la fiabilidad alemana. Si algo funciona, mejóralo o cámbialo para que siga funcionando. Que el ogro del fútbol mundial se transformase en un apuesto príncipe requería su tiempo. Entonces su Mundial les pilló todavía en pleno análisis sobre su cambio de sexo. Pasar del rancio 'patadón' al toque y la posesión modernos no era tarea sencilla. Lo único seguro era que su indesmayable competitividad seguiría intacta porque eso no lo llevan en su identidad sino en la sangre. Y la primera fase fue buena prueba de ello: tres partidos y tres victorias fáciles para empezar.

Aunque éste debía ser el Mundial de Ronaldinho. Otra vez Brasil contaba con el indiscutible mejor jugador del momento que había rescatado al Barça de las catacumbas y llevado a lo mas alto en tiempo récord. Otra vez eran los grandes favoritos porque tenían un equipazo. Y otra vez empezaron el torneo dejando muchas dudas. Estaban insolentes. Jugaban casi andando. Se esperaba tanto de tal constelación de estrellas -Ronaldinho, Kaká, Ronaldo, Roberto Carlos, Cafú, Adriano, Robinho (risas)- que casi todo sabía a poco. Parecía como si se ahorraran todas sus virtudes para mas adelante, cuando la competición se pone mas seria y exigente que una 'simple' primera fase. Pero un Mundial es demasiado corto e intenso como para guardarse nada. Eso mismo pensaban en Francia, quién ya hizo el ridículo en 2002 y a punto estuvo de repetir. Tras sendos empates ante Suiza y Corea -aquí sin la ayuda de los árbitros volvió a ser la Corea de siempre, una simple comparsa-, los galos se clasificaron tras derrotar a la 'potente' Togo. La fase de grupos también nos enseñó los primeros pasos -y goles, cómo no- de los dos monstruos de nuestra era. Messi y Cristiano Ronaldo debutaban en esta Copa del Mundo aunque nadie preveía lo que llegarían a ser y mucho menos que hoy -doce años después!- seguirían siendo los reyes absolutos. Argentina y Portugal pasaron a octavos con suma facilidad. Igual que España que como en 2002 contó sus tres partidos de grupo por triunfos. La Selección llegó a Alemania sin hacer ruido tras tener que acudir a la repesca frente a Eslovaquia. Esta vez no se esperaba mucho del equipo nacional. No nos ilusionamos ciegamente como era costumbre. No existía ese triunfalismo mentiroso y desmesurado. Las decepciones habían sido tantas y tan dolorosas que la gente dejó de tener falsas esperanzas. Luis Aragonés rejuveneció el equipo y desde el principio intentó darle un estilo propio basado en la pura lógica del aprovechamiento del mayor recurso del que disponía: el talento. España también buscaba otra identidad que enterrara para siempre la furia y todas sus vertientes. Como Alemania, querían volver a nacer. Pero a diferencia de ésta, que tenía que fabricar jugadores para ese nuevo estilo de fútbol que anhelaban, España ya los tenía. El sabio se echó en brazos de sus jugones y dio rienda suelta a lo que luego se daría a conocer como 'tiqui-taca': fútbol de toque, preciso, alegre, queriendo ser protagonista y siendo siempre valiente. La Selección arrasó a Ucrania en el primer partido (4-0) con un fútbol primoroso y la gente, irremediablemente, se volvió a enganchar al equipo. Y es que estábamos deseando ilusionarnos. Un Mundial es un Mundial y ésta vez parecían darnos razones de peso. El equipo ganó confianza y en el segundo partido remontó, en una segunda parte sensacional, a Túnez (3-1) y se clasificó como primera a la siguiente ronda. La primera fase certificó que las favoritas, a diferencia de 2002, tomaron bien las medidas y no dejaron ni un resquicio para las sorpresas.

Los octavos de final comenzaron con la rápida resolución de la anfitriona sobre Suecia (2-0) en doce minutos. Argentina sufrió de lo lindo ante México. Los aztecas fueron mejores y merecieron mas pero una volea impresionante de Maxi Rodríguez en la prórroga clasificó a la albiceleste (2-1). Inglaterra venció a Ecuador gracias a una falta 'made in Beckham' (1-0). Portugal y Holanda se desafiaron en un combate de muay thai y batieron el récord de tarjetas -16- y expulsiones -4 y fueron pocas- en la historia mundialista. Lo de menos fue el resultado: 1-0 para Portugal. La valiente Australia sufrió en sus carnes el mítico estilo italiano: caer sin merecerlo en el último segundo y de penalti inexistente. Pura Italia. Suiza y Ucrania nos deleitaron con un soberano tostón de partido que se decidió, como no podía ser de otra manera, en los penaltis. Suiza hizo las maletas sin recibir un solo gol en cuatro partidos pero desafinó la puntería. La incomparable pegada brasileña fue suficiente para vencer a Ghana (3-0) pero seguía alimentando dudas. Y el partido estrella de octavos fue el España-Francia. El buen sabor de boca que había dejado la Selección en partidos anteriores unido a la inoperancia francesa hacía que todo el mundo viera favorita a España. Trayectorias y sensaciones claramente opuestas. Aquí también nos encargamos de hinchar el globo, para variar. Zidane había anunciado que se retiraba y el Mundial era lo último que haría como futbolista. Nos dolía la mandíbula de repetir que lo jubilaríamos a él y a su vieja guardia. Pero la historia se repetía y la de España siempre tenía el mismo trágico final. Lo intentaron pero Francia hizo su partido y los detalles sonrieron al país vecino. Al final los viejos jubilaron a los muchachos (1-3) con puntillita final de Zidane incluida. Y en España se abría el debate de siempre: que si el estilo, que si la mala suerte, que si no sabíamos competir. Pero la semilla ya estaba puesta, esperanzada, para cambiar la historia.

Los cuartos de final nos depararon un clásico. Alemania y Argentina disputaron el típico partido en el que nadie quiere perder y no pierden (1-1). Los penaltis fueron inevitables y aquí la fortuna la tiene comprada de siempre Alemania. Ucrania, el equipo que fue goleado por España en el primer partido, se coló entre los ocho mejores mientras la Selección lo tenía que ver por la tele. Qué paradoja. Pero duraron poco en manos italianas, que ésta vez no necesitó de su clásica ayudita (3-0). Inglaterra aguantó como pudo con uno menos, por expulsión de Rooney, hasta los penaltis para morir en la orilla. Y Brasil sufrió en sus propias carnes el cuento del lobo. No se creyeron que nada iba bien hasta que se lo encontraron de cara, con los colmillos afilados y los ojos inyectados en sangre. El lobo era Zidane que firmó una de las mejores actuaciones individuales que se han visto nunca en un terreno de juego. La lección magistral del capitán francés destapó todas las carencias brasileñas. Brasil terminó arrodillada ante Zizou y maniatada por 'los hombres de Harrelson' -la muralla francesa compuesta por Sagnol, Gallas, Thuram y Abidal, infranqueable-. Harrelson se supone que era Barthez, el mítico portero francés.


Los dos grandes europeos de siempre se medían en semis. Alemania e Italia nos regalaron un partido épico, el mejor de todo el Mundial. Ritmo altísimo con muchas alternativas y constante intercambio de golpes. No parecían ni Alemania ni Italia, la verdad sea dicha. Pero era una gozada disfrutar como las dos selecciones mas pragmáticas y efectivas del mundo se desataban por un día. Y mas que lo iban a hacer. Los 90 minutos acabaron con un 0-0 que en cualquier Alemania-Italia hubiera sido lo mas justo, menos en este. En la prórroga seguían de ida y vuelta, con postes en las dos porterías por medio, hasta que a los alemanes les empezó a pesar el tiempo extra de cuartos de final. Entonces Lippi, técnico italiano, decidió jugársela a todo o nada. Puso a toda la artillería en liza: Pirlo, Totti, Iaquinta, Del Piero y Gilardino. Italia se jugaba las semifinales de un Mundial con cinco delanteros. Lo nunca visto. No sé si era el mejor ataque de la historia italiana pero, desde luego, sí el mas numeroso y osado. El mayor empuje italiano obtuvo el premio merecido cuando la hora de los penaltis parecía ineludible. Pirlo puso el balón en la rendija que solo ven los genios para que Grosso, ese héroe inesperado, le diera con el alma de tiro cruzado para batir a Lehmann. Con Alemania volcada buscando el milagro, Del Piero puso el broche de oro a un partido monumental. Por un día Italia pudo y quiso liberar su talento. La otra semifinal fue todo lo contrario. Partido horrendo que decidió Zidane de penalti en la primera parte. Portugal no encontró las llaves y 'los hombres de Harrelson' hicieron el resto.

Italia-Francia. Final totalmente inesperada pero no por ello inmerecida. Sobretodo Italia que se había transformado en super guerrer en semis. Y Francia dependía de como se levantara ese día su capitán. Pero los papeles se cambiaron y fue Francia la única que propuso el poquito fútbol que se vio en el Olímpico de Berlín. Italia volvió a ser Italia -no fuera a ser que les gustara eso de atacar- y solo pensaba en destruir lo mucho que le costaba edificar a los franceses. Zidane golpeó primero y pronto. En el minuto siete se arriesgó lanzando un penalti al estilo Panenka. El balón entró con suspense porque dio en el larguero para botar dentro y salir despedido hacia el área. Diez minutos después, Materazzi de severo cabezazo ponía las tablas en el marcador. Y aquello ya no se movió. El partido se asomaba a la irremediable tanda de penaltis cuando una jugada aislada alteró el curso de la final. El árbitro no la vio porque el balón estaba en la otra punta del campo pero sí el cuarto árbitro que rápidamente se lo 'chivó'. Zidane golpeó de nuevo y tumbó a Materazzi de un cabezazo en el pecho. Se le había ido la olla. Luego se supo que el italiano le había provocado durante todo el partido y el francés explotó sin pararse a pensar en las consecuencias. Y estas fueron que el mito francés terminaba su exitosa carrera de la peor forma posible a ojos del mundo entero, siendo el cabezazo su última acción sobre un terreno de juego y que Francia se quedaba huérfana sin su emblema y psicológicamente tocada para lo poco de final que quedaba. Eso lo aprovecharon los italianos que al fin ganaron una tanda de penaltis y se alzaron con la Copa del Mundo por cuarta vez. Pero la alegría les duró poco ya que días después estalló el escándalo de la compra de árbitros en Italia que provocó el descenso a segunda de la Juve e hizo temblar todos los estamentos del calcio, el cual aún se ha recuperado del todo.

Fue un Mundial donde los alemanes demostraron que otro camino era posible. Un Mundial donde los grandes no se dejaron sorprender. Íba a ser el Mundial de los Ronaldos y acabó siendo el de 'los hombres de Harrelson'. Fue el Mundial de Zidane, para lo bueno y para lo malo. Y también el del descaro italiano con el imperial Cannavaro al mando. Para España fue el último Mundial. La leyenda estaba en ciernes. Pero eso nadie lo sabía.

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