Una noche loca

Veinte años han pasado de una de las noches mas locas y emocionantes que se recuerdan en el fútbol español. Uno de esos partidos que uno no quiere que termine nunca y que le pondrías a cualquier persona no aficionada al fútbol para que se enamorara perdidamente de este deporte.

Marzo de 1997. Partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey. En la ida el Barcelona sacó una ligera ventaja tras arrancar un empate a dos goles en el Calderón que dejan las espadas en todo lo alto para la vuelta. Y vaya si lo estuvieron. El partido ya venía marcado en un ambiente enrarecido por la amenaza de Jesús Gil, un día antes del partido, de que su equipo no se presentaría como protesta a la Federación por sentirse perjudicado tras sancionar ésta a tres jugadores titulares rojiblancos que le privaban de jugar el partido. Era el Atlético de Antic, un equipazo que un año antes ganó el Doblete y que había sido la bestia negra del último Barça de Cruyff. Pero el Barcelona disponía de  una de las mejores plantillas de su historia a pesar que el bueno de Robson jamás logró hacerse con el equipo. Para hacer mas extraordinario el partido, en Catalunya hubo huelga de TV3 y aunque retransmitió el partido, lo hizo sin comentarios y solo con el sonido ambiente. Gil recapacitó con su amago de no presentarse y el Atlético aterrizó en Barcelona dos horas antes del inicio del duelo.

Lo justo para llegar al estadio, cambiarse, calentar y zarandear al Barça en una primera parte demoledora que parecía dejar el partido y la eliminatoria vista para sentencia. 0-3 con hat trick de Pantic y Gil frotándose las manos en el palco. Pero el guión del fútbol lo escribe el diablo. Y en aquél entonces un demonio vestía de azul y grana. Un irreductible que decidió tras el tercer gol visitante que ya estaba bien, que si el entrenador no hacía nada él se encargaría de todo. Raza, orgullo, ímpetu, rabia, coraje, corazón. Todo lo que le faltó al Barça se lo dio Stoichkov que en su huida hacia delante decidió que le acompañara un 'segundón' llamado para la gloria, Pizzi. El irascible búlgaro no esperó ni al descanso para darse entrada a él mismo y su camarada al terreno de juego sustituyendo a dos centrales. Robson lo 'permitió' porque se sabía mas fuera que dentro y no tenía ya nada que perder pues el bochorno era inaguantable en plena noche de Marzo.

Fueron muchos partidos dentro del mismo partido y la segunda mitad comenzó con un Barcelona a quemarropa. Dos goles en tres minutos y el Camp Nou entró en combustión. Pero antes siquiera que el fuego comenzara a prender, el 'bombero' Pantic acudió a la llamada del gol por cuarta vez gracias a otra 'cantada' de Vítor Baía que aquella noche se empeñó en dar su concierto. 2 a 4 y ahora sí que el golpe parecía decisivo a poco mas de media hora para el final. El Barcelona lo siguió intentando con mas fe que fútbol hasta que Figo echó gasolina a las ascuas con una volea imparable. Faltaban veinte minutos y estadio y equipo fueron de la mano hacia lo imposible. A Antic ya no le llegaba la corbata al cuello. Un Barça ya desatado acorraló al Atlético en su área y Ronaldo no perdonó el empate. Locura colectiva. Faltaba un paso para lo inalcanzable. El Camp Nou siempre ha tenido una curiosa conexión con actores secundarios que se ganaron su pedacito de historia. Suplentes de lujo que supieron aprovechar su momento para entrar eternamente en la historia culé: 'Pichi' Alonso, Julio Salinas, Larsson, Maxi López (risas). Pizzi estuvo en el sitio y en el momento adecuados para ser llamado a la gloria. La explosión de júbilo y emoción que se vivió tras el gol del 'macanudo' es indescriptible. El éxtasis invadió por completo a los culés que solo media hora antes ni se hubieran imaginado lo que vivieron. El Barcelona consiguió la madre de todas las remontadas en uno de esos partidos legendarios que dan sentido a este deporte. Si lo llega a saber, Gil no va.

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