San Valentín sangriento

En el día de los enamorados -otro filón comercial mas diseñado por las grandes firmas como el día del padre, de la madre y del espíritu santo- París, la ciudad de la luz y del amor fue el escenario donde el FC Barcelona se quedó a oscuras y solo. Fue una masacre deportiva donde el PSG no tuvo piedad de un rival sin pies ni alma. Emery por fin metió mano al Barça y de qué manera. Es una humillación que tardará en cicatrizar y seguro trae consecuencias y señalados, el primero el entrenador.

Luis Enrique está contra la pared y él sabe que puede estar viviendo sus últimos meses en Can Barça. Los jugadores ya no creen en él y el asturiano ha demostrado que ante las adversidades nunca sale bien parado. Siempre sale a jugar de la misma manera, sin alternativas ni cambios que muestren mejora cuando las cosas se tuercen. No hay plan B ni nada que se le parezca. Luis Enrique ya calló bocas en su primer año cuando inesperadamente se alzó con el triplete gracias a una primavera prodigiosa. En la segunda temporada hubo momentos de excelencia y parecía que arrasaría otra vez todos los títulos pero la pájara de Abril le apartó de la Champions aunque mantuvo el tipo para ganar el doblete nacional en un año difícil por la sanción FIFA. Y este año cuando el club ha hecho un esfuerzo por potenciar la plantilla, ya desde el principio se ha visto que nada marchaba bien. Un equipo irreconocible incapaz de sobreponerse a las dificultades. Es lo que pasa cuando traicionas el sagrado estilo y lo fías todo al mejor tridente del planeta. Son increíbles, pero humanos y cuando no están a la altura a la que nos tenían tan mal acostumbrados, no hay nada. Luis Enrique ha confiado en la tan cacareada pegada que tan bien define al eterno rival pero que nada tiene que ver con el estilo Barça. Aquél equipo de toque y precisión que nos enamoró a todos y revolucionó este deporte es historia.


A toro pasado siempre es más fácil rajar, pero lo de ayer se veía venir. El asesinato del Barça en el Parque de los Príncipes es el reflejo de su torpe e irregular temporada. Si sales a jugar sin medio del campo -literalmente- porque Busquets e Iniesta están años luz de su mejor forma y el desesperante André Gomes empieza a ser una broma de muy mal gusto, te atropellan. Si cada balón dividido llegas siempre medio segundo tarde y con el pie temblando, te arrasan. Y si encima te pilla por banda un equipo con enorme calidad, ganas y que sí tenía un plan, pues te masacran y te dejan fuera de la Champions -justo cuando empieza la competición de verdad- de la peor manera posible. Sí queda el partido del Camp Nou pero remontar esto es una utopía. Nunca nadie ha conseguido remontar un marcador así en la historia de la Copa de Europa y tampoco lo va hacer este Barça sin pies ni alma. Solo queda un resquicio para darle ni que sea una pizca de emoción y es que Messi tenga una de sus noches celestiales.

El fútbol, como la vida, da muchas vueltas y al Barcelona no le queda otra que levantarse. Aún le quedan objetivos que luchar. Luego ya habrá tiempo de replantearse muchas cosas. Ahora debe pelear la Liga, ver la Champions por la tele y disputar la final de Copa que, dicho sea de paso, alcanzó de forma inmerecida ya que el Atlético le dio una paliza a la que el Barça a diferencia de ayer, sobrevivió.
Anoche no. Anoche París se tiñó de rojo. Y no de rojo pasión como la ocasión requería sino del desangramiento culé que esperamos no llegue al río.

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