Este clásico me suena

Hay una ley no escrita en la historia de los clásicos que dice que, muy a menudo, el equipo que llega peor se lleva el partido o, por lo menos, sale reforzado de éste. Que cuando el que está mejor tiene la ocasión de rematar al gran rival, simplemente no sucede. Como si el destino, siempre caprichoso él, no le diera la gana que ninguno se distanciara mas de la cuenta del otro. Porque Barça y Madrid, Madrid y Barça se odian y se necesitan a partes iguales. El éxito de uno determina el fracaso del otro y así sucesivamente. La felicidad viaja en puente aéreo constantemente y nunca es completa si el rival aún respira. Se temen. Se envidian. Se detestan. Pero también se buscan y retroalimentan continuamente. Queriendo o sin querer, da igual. El eterno rival siempre por debajo, pero cerca. Nunca lejos, por si acaso.

 
El sábado el que llega no peor sino irreconocible es el Barcelona. Sumido en un mar de dudas entre la melancolía del pasado mas reciente y el estrés del presente, no sabe si es peor ir que quedarse o mejor estar que volver. La 'picha' un lío, vaya. El socavón de mal juego y resultados que atraviesa debería ser el típico bache inevitable que todo equipo tiene en una temporada sino fuera porque por momentos hasta la identidad parece difuminarse. La preocupación viene porque en los últimos encuentros el Barça no sabía qué hacer con la pelota y eso sí es grave. Eso y que Busquets no descansa tranquilo desde que Touré Yaya decidió marcharse con su inconfundible trote torpón hasta Manchester y que el cacareado fondo de armario de momento solo hace bulto. Los fichajes del verano no están dando el nivel esperado y aún hay demasiadas diferencias entre titulares y suplentes.
Pero como no hay mal que por bien no venga, todos los males del Barça pueden desaparecer de un plumazo si el sábado triunfa en su primer matchball de la temporada. Es un doble o nada extremadamente peligroso y ante el rival mas temible.

Un Real Madrid que llega mejor porque va primero en cómoda ventaja, no pierde un partido desde abril, su fondo de armario funciona extraordinariamente - en algunos casos incluso mucho mejor que los teóricos titulares- y ve como sus rivales se estampan a cada lado del camino que ellos siguen derechos y sin pararse ni siquiera a mear. Y porque la flor que cada equipo campeón necesita y que bien luce Zidane en su coronilla cada vez es mas grande y lustrosa. El equipo juega mal. Muy mal en ocasiones. Pero gana. Y cuando le da por jugar bien le basta para enterrar el Calderón y dar el primer golpetazo serio a la Liga. Si el sábado consigue dar el segundo, el título se empezaría a teñir de blanco irremediablemente.

Este clásico lo hemos visto mil veces pero no por ello deja de ser deseado y apasionante y además siempre resulta ser un verdadero punto de inflexión. Solo espero que los equipos recuperen en su memoria que alguna vez y no muy lejana, jugaron bien a fútbol y olviden sus últimos peñazos de partidos. Que nos regalen el espectáculo que todos queremos ver. El mundo espera.

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