Oda al fútbol

Desde antes de salir los jugadores al césped -con ese himno tan bello cantado a capela por la afición y que eriza el bello incluso a los que se depilan con láser- hasta que se retiraron exhaustos cuando el árbitro pitó el final, todo ha sido una verdadera oda al fútbol. Y es que este deporte es tan grande por partidos como el vivido ayer en el Pizjuán. Lo que nos ofrecieron Sevilla y Barcelona es la máxima expresión del fútbol. No hubo un solo respiro en un trepidante encuentro donde hasta el aficionado acabó extenuado ante tal demostración de espectáculo non stop.

El Sevilla declaró al mundo lo que pretende ser en esta nueva época. La primera mitad fue absolutamente suya, donde arrolló a un Barça acorralado como no se recordaba. Presión salvaje hasta el área rival -Ter Stegen ya no se la juega después de su cagada en Balaídos-, transiciones frenéticas para ganar la superioridad de sus puñales en banda que desbordaban continuamente y sobretodo dos jugadores donde Sampaoli está edificando su obra. N'zonzi es un clon de Kanouté con la elegancia y sencillez de aquél, que lo borda como mediocentro. Y el renacido Nasri, un bohemio violinista que por momentos parece Messi. Pero no lo es. Como Vietto tampoco es Gameiro todavía. Con todo, el Sevilla tuvo sometido al Barça durante toda la primera parte. Los de Luis Enrique seguían perdiendo balones en zonas peligrosas desde el miércoles, como si el partido ante el City no hubiera terminado aún. Pero el Sevilla no remató la faena y eso, normalmente, se paga ante los grandes. Y si además el rival dispone del mejor futbolista del planeta y del mejor 9, pues por mucho que te exhibas, sino finiquitas, puedes tener un problema. Y así fue como, sin comerlo ni beberlo, el Sevilla encajó el empate al filo del descanso por obra y gracia de Messi que anotó uno de sus clásicos pases a la red como solo él sabe hacer. La felicidad sevillista acabó justo ahí.


La segunda mitad fue igual de divertida e intensa pero con distintos protagonistas. Los locales acusaron el inmenso esfuerzo realizado en la primera parte para ganar todos los balones y protagonizar todas las jugadas y el físico comenzó a menguar. Messi sí que es Messi y actuó como tal. Y cuando el astro argentino quiere, no hay forma terrenal de pararlo. Leo quiso y pudo y además le acompañó su inseparable socio Suárez que nunca falta a la cita. De Neymar sigue sin haber noticias -buenas- y son ya demasiados partidos en los que el brasileño se muestra frustrado como consecuencia de sus, casi siempre, malas decisiones con el esférico en sus botas a excepción de algún pase que Messi hace bueno porque acaba en gol. El Barça no cerró el partido como tampoco había hecho en la primera parte el Sevilla y estos jamás se dieron por vencidos ni yendo por debajo en el marcador y tuvieron sus opciones hasta el final, aunque sin premio. Posiblemente lo más justo hubiese sido un empate, no lo sé. Aunque en partidos tan bellos y memorables como el de anoche, quizá el resultado sea lo de menos.

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