Portero-pivote

Ter Stegen ha ganado la partida. La portería del Barça es suya. En el club ha prevalecido mas la edad e inmejorable proyección del alemán que la probada fiabilidad del chileno. Al desahuciado Claudio Bravo no le ha quedado otra que echarse en brazos de Guardiola, quién para su City quería a cualquiera de los dos que le sobrara a Luis Enrique. Ni el invisible Masip ni el recién fichado Cillessen -solo el Barcelona es capaz de fichar a un suplentísimo por 13 millones de euros- van a impedir a Ter Stegen ser titular indiscutible. Su ambición ha sido premiada. Ahora debe devolver la confianza que el club ha depositado en él. La portería del Camp Nou solo es hogar para valientes. Y el alemán ha demostrado serlo.


Desde el despido de Zubizarreta (portero) hasta el asentamiento de Víctor Valdés, la portería del Barça trituró a muchos guardametas. Desde prometedores canteranos a fichajes estelares, pasando por veteranos ilustres. No es fácil ser portero del Barcelona. Mas desde que el estilo es sagrado. El elegido debe tener unas determinadas cualidades que se compenetren a la perfección con el resto del equipo. Ya no es suficiente evitar goles. También ha de ser bueno con los pies. Es vital para el juego del Barça. Portero moderno que se le suele llamar. No hay muchos de esos. Que sean igual de buenos con las manos que con los pies. Y además tenga la estabilidad necesaria para estar a la altura en las contadas ocasiones que durante muchos partidos se requiere de su servicio.

Muchos se pusieron a temblar cuando Valdés finiquitó -de manera lastimosa- su etapa en el club de su vida. Era fácil creer que se avecinaban nubarrones sobre la portería azulgrana. Pero cuando nadie lo esperaba, Zubizarreta meses antes de ser despedido -ahora como director técnico- justificó casi todo el tiempo que se había pasado 'a la bartola' en su despacho dejando muy bien cubierta la portería. Y por partida doble. Un veterano con experiencia en la Liga y un prometedor joven desconocido. Las prestaciones de cada uno superaron tan holgadamente las expectativas que pronto le sabían a poco la competición que Luis Enrique les adjudicó a cada uno. Se sentían legitimados para jugarlo todo y no dejarle ni las migajas al otro. Durante dos temporadas la competencia fue una bendición. Una tercera hubiera sido un suplicio.

Ayer en San Mamés, Ter Stegen jugó su primer partido de la temporada donde volvió a dejar patente su intachable personalidad cuando sus compañeros abusaron una y otra vez de él para apoyarse e incluso para iniciar la jugada, ante la alta presión propuesta por el Athletic. Dio un recital que ni el mismísimo Xavi. En Bilbao superó el récord de la Liga de pases realizados por un portero en un mismo partido. Y cuando falló un pase, puso la cara para arreglar el error. También dejó claro que este año los cardiólogos van a tener trabajo con los aficionados culés pues las jugadas del alemán promete emociones fuertes. La autoconfianza que demuestra Ter Stegen con el balón en los pies no se veía desde Busquets (padre).

En las pachangas de los patios de colegio existe de siempre la figura del "portero-delantero". Ese niño que se le queda pequeña la portería y siente la imperiosa necesidad de abandonarla para aventurarse en una jugada suicida que casi nunca acaba bien -normalmente con las collejas de los compañeros por atreverse con tal osadía-. Ter Stegen era uno de esos niños y ahora de mayor, se ha inventado la posición de portero-pívote. Básico para su equipo, el día que se atreva a dar una asistencia mirando al tendido -a lo Laudrup- está al caer. Al tiempo.

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