Especie en extinción

Mis primeros recuerdos futbolísticos pertenecen a la inolvidable temporada 1993-94. La de Romario. La del penalti de Djukic. La del matagigantes Lleida en Primera. La del desplome del Dream Team en Atenas. La del apasionante Mundial de EE.UU. Por aquel entonces, un prometedor bambino comenzaba a emerger en la Roma. Es el único futbolista que sigue en activo desde que tengo uso de razón. A sus casi 40 años, está viviendo la que, presumiblemente, es su última temporada. Supuestas últimas temporadas, ha tenido varias. Y ahí sigue.
El otro día, el Santiago Bernabéu le brindó una merecida ovación, a modo de pequeño homenaje, en el que pudo ser su último partido europeo. Otra vez, presumiblemente.

No solo es admirable su longevidad, que también, sino la lealtad al club de su vida. Toda su carrera deportiva con el mismo escudo en el pecho. Criarse, crecer, desarrollarse, explotar y retirarse en el mismo sitio. Lo que los ingleses llaman One Club Man. Y no es un jugador cualquiera. Es uno de los mejores futbolistas italianos de las últimas décadas que hizo oídos sordos a las mejores tentaciones que en tantas ocasiones le ofrecieron los equipos mas grandes. Él prefirió demostrar el amor a sus colores deleitando a sus paisanos con su enorme categoría. Cobrar menos y ganar menos títulos pero ser feliz. Bella rareza hoy en día.


Se acepta que aunque el futbolista no cuelgue las botas en el lugar donde le vieron nacer y decida aceptar una jubilación dorada, como está últimamente de moda, el fútbol de élite realmente lo deja en el único lugar donde ha querido estar.
Maldini es el Milan. Giggs es el Manchester. Gerrard es el Liverpool. Del Piero es la Juve. Xavi es el Barça. Totti es la Roma. Pura pasión. Amor verdadero. Especie en extinción.

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