Cón él, empezó todo

Es casi obligación, en mi estreno en este universo, hablaros del padre de la célebre expresión que da nombre a este humilde blog. Sólo espero que no me pidan derechos de autor.

Johan Cruyff todo el mundo sabe quién es. Considerado uno de los mejores jugadores de la historia y un auténtico mito del fútbol, es cómo entrenador con su revolucionaria manera de entender este deporte y con ello, la capacidad de cambiar la cultura y crear una filosofía propia en un club de la enormidad del F.C. Barcelona, lo que hacen de este personaje diferente y único.

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En la década de los 80, el Barça era el auténtico pupas del fútbol español (mucho antes de que el Atlético de Madrid lo convirtiera en su marca de la casa). A la deriva en un océano de años de fracasos deportivos, un victimismo casi congénito y multitud de problemas extradeportivos de todo tipo, el club necesitaba un cambio de rumbo importante.
Johan fue el elegido. Y éste, aceptó el desafío.

Con una corta pero exitosa experiencia entrenando al Ajax, el holandés llega dispuesto a todo. Recién fichado deja claras sus intenciones: "Vengo a iniciar una época de éxitos y a cambiar la cultura de este club". Amén. Cuál profeta, cumplió su palabra. Pero cómo ninguna obra maestra es de fácil construcción, a punto estuvo de despeñarse por el sendero que separa el éxito del fracaso.

Cruyff tenía un plan que requería de un proceso natural: si su equipo jugaba bien a fútbol, la afición volvería a llenar el estadio y los títulos acabarían llegando. Fácil teoría para una costosa ejecución. Para llevarlo a cabo, era indispensable que todos aceptaran que el jefe era él. Todos: afición, jugadores y directiva. Se hizo con el control total de la parcela deportiva. Hasta imponía el salario que debían cobrar sus jugadores, todo por el buen funcionamiento del equipo.
Pronto empezaron a saltar las primeras chispas entre directiva y entrenador, precisamente por el afán del holandés de controlarlo absolutamente todo y sobrepasarse de sus limitaciones como técnico.

Al equipo le costó aclimatarse a los métodos y tácticas revolucionarias del míster. Pero ya en la segunda temporada comenzaba a vislumbrar que algo grande se estaba gestando, aunque los resultados no eran todo lo bueno que cabía esperar y el entorno (otra ingeniosa manera del holandés de referirse a todas las voces, autorizadas o no del barcelonismo) se ponía nervioso y crispaba el ambiente, cómo de costumbre. De hecho, el técnico salvó el pellejo en la final copera ante el Real Madrid en Mestalla. Ganar la Copa, salvó a Cruyff y permitió seguir con su proyecto, que ya sería imparable.

Construyó un equipo que enamoraba por su juego, era reconocido por su estilo y con el que la afición se sentía totalmente identificada y orgullosa. El Barça logró cotas inalcanzadas jamás antes, consiguió quitarse el eterno estigma de segundón para ser un primer espada y brindó unos años de gran fútbol y muchos títulos. Johan lo había hecho. Había cumplido su palabra.

En esta época gloriosa, también hubo, evidentemente, algunos tropezones y daños colaterales que parecen inevitables en cualquier búsqueda de éxito. El lógico desgaste y el deterioro de las relaciones, tras tantos años juntos, parecían anunciar que el fin de este equipo estaba cerca. Y ese final llegó, de la manera más amarga posible.
Sólo tres días después de conseguir la cuarta Liga consecutiva de la manera más milagrosa que se recuerda, el Milán los arrolló en la final de la Copa de Europa. Fue un severo castigo, al equipo, pero también al amor propio del técnico. Ya nada sería lo mismo. En sólo tres días se había pasado del cielo más espléndido, al más bajo de los infiernos.
El Barça de Cruyff era eso. Era capaz de lo mejor (que fue mucho), pero también de lo peor (que fue escaso pero muy sonado). Se deshizo de algunos jugadores importantes, para iniciar una regeneración del equipo. Se equivocó fuertemente. Los sustitutos que fichó, distaban del nivel esperado.El sistema y el estilo eran intocables, pero sólo con los jugadores adecuados se logra el éxito. El equipo sufrió algún revolcón importante para ya casi ninguna alegría. Se había acabado un ciclo pero Cruyff no lo quería ver. Su ego y su carácter se lo impedían. Las diferencias entre directiva y entrenador cada vez eran más grandes. Se soportaban cada día menos. Hasta que ya no tuvieron que soportarse más. La directiva se cargó al holandés, harta de los continuos desafíos y los pobres resultados del equipo.

Muchos convirtieron a Johan, en poco menos que un mártir tras la polémica decisión. No sólo prescindían de él, sino que lo habían despedido en nocturnidad y alevosía. Los 'ismos' volvían a Can Barça para separar a la afición entre 'cruyffistas' y 'nuñistas'. El técnico, no volvería a ejercer cómo tal en ningún otro lugar y se convertía en un referente de eso que un día, él mismo bautizó como entorno y en el día a día del club.

El legado de Cruyff es tan grande e importante, que sólo con el paso de los años se logra ver con claridad el mérito, la dificultad y la belleza que adquiere esta obra maestra.
Aceptó un desafío, cumplió su palabra y dejó su herencia. Genio y figura.


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